Bienvenidos a este espacio escrito, pensado con la intención de esbozar algunas ideas que aparecen durante mi semana, a partir de la escucha atenta a relatos de mis seres cercanos, de las experiencias con mis estudiantes universitari@s y de la atención a niños y niñas desde este; mi proyecto.
Para esta primera entrada, han sido tantas las ideas como información me he encontrado, como relatos, como publicaciones en redes sociales. Ha llegado un punto en todo este tránsito cuarentenal, en que he disminuido estrepitosamente mis interacciones en redes sociales, he disminuido mi consumo de artículos de opinión y más aún; de noticias. Aunque tengo como costumbre mantenerme atenta a la actualidad noticiosa, de tópicos culturales, y mirar el comportamiento de las redes sociales y de sus usuarios, la verdad es que he tenido que parar.
Por un momento, llevar el ritmo de costumbre me hizo sentir abatida, agotada y en un punto hastiada. Y esto hizo cuestionarme si se trataba de las cuentas que estaba viendo, de algún asunto emocional de momento, del tipo de información, u otro. Y estos cuestionamientos me hicieron ver un asunto crucial.
Este, no es un momento cualquiera. No son estas condiciones iguales a otras. Y hace falta reconocerlo y adecuar la cotidianidad a ello.
A inicios de esta pandemia, fueron muchos los llamamientos a mantener una «rutina», «estructurada», «lo más parecida a si estuviesemos en días regulares» y a la tarea se han avocado familias, escuelas, empleadores y emplead@s. Algunos con resultados positivos y otros no tanto.
En lo que respecta a la educación formal de niños, niñas, adolescentes, incluso adult@s, he visto, escuchado y leído testimonios donde muchos indican estar rebasados; bien porque se están adecuando a una nueva forma de aprender, o porque en muchos casos ha sido abrumadora la cantidad de deberes asignados, por otro lado, hay quienes indican que el espacio para aprender formalmente desde el hogar no es el idóneo, no hay tiempo para el acompañamiento, y en la relación hij@s, adult@s en un plano de enseñanza formal se han generado fricciones, sobre exigencias y rechazo. Todo esto, en una carrera para reproducir una realidad impermutable.
Aunque también son múltiples los testimonios que indican estar adecuados a la realidad escolar, laboral, desde el hogar, llama mi atención que aquellos aspectos de la escuela formal que generan disconformidad en la cotidianidad, lo hacen también en cuarentena. Es algo que incluso como adultos solemos hacer con nosotr@s mism@s de forma inconsciente, quizá porque venimos de allí.
Imposiciones, sobresaturación, desconexión con el interés y motivación propia. Todo en respuesta al: Deber ser.
Las propuestas para una educación alternativa apuestan como hilo conductor centrar la atención en los intereses de los niños y niñas como centro del hecho educativo y es en este sentido que ell@s orientan la dinámica en tanto intereses, gustos, ánimos. Al tener como fin último el desarrollo de seres humanos capaces de procurarse felicidad y alcanzar sus potenciales máximos.
Pero estos niveles de coherencia implican una profunda noción de diversidad y libertad. Se hace necesario procurar el mayor de los esfuerzos a favor de niños y niñas conectad@s consigo mism@s, en equilibrio y bienestar.
Mi invitación es a preguntarnos con más frecuencia
¿Qué necesitamos?
¿Qué necesitan nuestros niñ@s?
¿Qué es coherente para mi y l@s míos en este momento?
¿Qué nos hace bien y qué no?
E ir actuando en función de ello…
Buenísimo el post. Reciba un cordial saludo.